lunes, mayo 21, 2007

Manashment posiyon

-Perdón. Aún no estás listo para ser Gerente. Vuelve cuando hayas mejorado tus golpes en golf.

Siempre es fácil jactarse de lo que uno pudo o debió haber sido. Esa arrogancia típica de quién no ha podido o no ha sabido. Excusas baratas y poco adultas para evitar asimilar errores propios y desaciertos continuos. Atacar simplemente a quienes están donde queremos estar nosotros, donde merecemos estar nosotros, donde todos dicen que sería bueno que estemos nosotros, ya nos quita algo de esos (supuestos) merecimientos.

Atentar contra la razón lógica de quienes han decidido por otro, aduciendo una cuestión de diferencias de tiempos o poniendo como razón única que otro estuvo, como goleador de raza, en tiempo y lugar adecuados sigue convirtiéndonos en lo que decimos (y creemos) que no somos.

Creer que los gerentes se nombran sólo por si juegan bien al golf, es un chiste que lejos está de reflejar la realidad. Muchos han sido nombrados por capacidad, liderazgo, conocimientos y visión de futuro. ¿O no?

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jueves, mayo 10, 2007

Rigidez

De tanto en tanto surge un cofesor, que en su desaliento suelta toda su carga emotiva y la lanza como para descargarse, desahogarse, desculparse (si se me permite esta última expresión). Digo esto porque las descargas, los desahogos, las desculpas, siempre -léase más veces de lo que implicaría escribir la palabra que generalmente- tratan sobre calamidades que el otro hace o que no hace, o que no entiende, o que creemos que no quiere hacer y/o que no quiere entender. La descarga implica sacarse el peso que uno ya no está en condiciones de sostener dentro. El desahogo es buscar un bocanada de aire fresco (¿tengo que aclarar que escribo en sentido figurado?) en el mar de los desencuentros. Pero, ¿qué hacemos con esa carga, con ese ahogo?

Allí entra en juego el otro, el que no entiende. Malditos descerebrados que no razonan. Cínicos embusteros que no quieren hacer. Déspotas sinvergüenzas que no ceden un milímetro de sus posturas. Ciegos empedernidos que no ven lo mismo que nosotros. Al entrar en juego los otros, la carga, el ahogo, automáticamente es lanzado hacia ellos, generando así la desculpa. Finalmente, nos quitamos la culpa y se la ponemos a los otros. ¿Consecuencia? Las célebres y repetidas frases: "Con los de Mercadeo no se puede hablar, no entienden la partida doble, no entienden de gastos, no lo ven, no se puede hablar con ellos", con más los condimentos pertinentes de insultos y demás palabrotas que decoran nuestro pase de culpas.

La misma cantidad de desculpa es pasada hacia nosotros cuando la gente de mercadeo se expresa con las consabidas y culpativas expresiones que dibujan una total simetría con las emitidas en Finanzas: "Estos de Finanzas debieran salir a la calle, no ven nada, no conocen el negocio, no ven nada. No se puede hablar con ellos".

No sé si habrá algo más negativo que decir que algo no se puede. Tampoco sé si habrá algo más despersonalizado, más desresponsabilizado (sígaseme permitiendo inventar palabras). El día que comencemos las mismas frases con "Nosotros no podemos entendernos con ellos", el día que tratemos de ver lo que ellos ven que dicen que nosotros no, el día que nos demos la oportunidad de dejar nuestra zona de rigidez y de desculpabilización (sigo pidiendo permiso), el día que comprendamos que las relaciones laborales (las personales también) son de a dos, quizá amanezca celeste y el camino hacia algún punto de convergencia sea posible, bajo el brillo de un dorado sol.

Aún así, los caminos son difíciles de andar. Desde los extemos opuestos de la rigidez, son kilométricamente mucho más largos.

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sábado, mayo 05, 2007

Mala Corporación

No conozco a nadie que esté mal por haber salido de una multinacional. Pero a nadie. Ni siquiera uno. Quizá no conozca la cantidad de gente suficiente como para que la estadística me juegue una mala pasada y derribe mi primera oración.

He visto y he conocido gente salir de largas corporaciones. Por motus propio y por la puerta de atrás, escupidos y lanzados a la calle como si fueran los peores. De los altos estratos y de los más bajos. Iba a poner de los más importantes hasta los menos, pero la importancia de alguien no pasa por el cargo que ocupa en una de estas empresas, y en ninguna otra.

Se ha ido gente con fecha programada, que pasaron saludando y deseando buenos augurios para los que quedábamos. Se ha ido gente llena de resentimiento volcado días más tardes en un correo electrónico de esos que paralizan a todos los sectores y tienen eco en susurros entre compañeros por varios días. Otros han partido en el más misterioso silencio y los susurros por ellos devinieron en tremendas conjeturas prolongadas en largas leyendas laborales.

Todos nos iremos algún día, por una puerta o por otra. Por decisión de ellos o por decisión de nosotros. Ninguno de nosotros es imprescindible en ninguna corporación. Ahora sí, mientras estamos en la empresa, es decir cada día al cruzar la puerta de entrada somos los únicos que podemos hacer una cosa, sea esta un reporte, un gestión de ventas, una organización de eventos, o lo que sea lo que nuestro destino laboral nos depare. Hasta que no podemos entrar al sistema, y los chicos de sistemas están todos tomando café o fumando. Luego llega el escribano, nos llaman a la oficina temida y nos toca firmar. Algunos pensamos primero en todo lo que queda por hacer, el reporte, la venta, el evento. A otros nos invade el futuro inminente, volver a preparar un resumé, volver a ver el diario. Otros sacan cuenta de la indemnización, quizás el proyecto de siempre podría hacerse realidad. Y así, en esas condiciones nuestra firma sale como sale. No he escuchado que nadie vuelva a reclamar su puesto de trabajo porque la desvinculación firmada no estaba firmada por él. Pero un desconocimiento de firma tal vez sea válido.

Y cuando salimos, nuestra empresa es la peor. Comenzamos a ver todo lo negativo. Lo mismo negativo que veíamos desde adentro, pero multiplicado para poder enfrentar lo que nos espera afuera. Todas las corporaciones tienen lo suyo. Todos nosotros tenemos lo nuestro. En definitiva, no existimos por separado, sino que somos todos uno, dentro o fuera del trabajo.

Buenaventura para los que han partido, buenaventura para los que permanecen, buenaventura para los que vendrán y/o reingresarán.

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