viernes, julio 27, 2007
Terapia
Dicen que el hombre es el animal inteligente, el único que tiene la capacidad de pensar, de reflexionar, de recapacitar. Pareciera ser cierto además de harto repetido. Tembién dicen, el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Hay muchas otras cosas que se dicen por ahí, pero no voy a tipear todo eso acá. El tema es que algunos de estos seres, únicos e inteligentes, que más de una vez tropezamos con el mismo obstáculo, necesitamos una vía de escape, un lugar donde encontrarnos, un tiempo y un espacio donde ser nosotros y ejercer ese don único que nos dieron: reflexionar.
El espacio más generalmente aceptado para esto es la terapia. Un contrato de confidencialidad, con depósito de confianza y fe a plazos, que probablemente pague a término (corto o largo). Una hora semanal que pocas veces planificamos. Aterrizamos allí desprovistos de paracaídas. Nos desnudamos ante el ser reflexivo que ayudará a que nuestra propia inteligencia nos vista, abrigue y nos proveea de un paracaídas. Hablamos y hablamos, lloramos (no siempre) y lloramos (a veces sí). Pensamos, mucho, antes y después. Creemos entender, entendemos. Evitamos otras piedras, no siempre con el éxito suficiente. Y así, por un tiempo vamos y vemos avances, estanques y quizás algún retroceso.
Pero no es la terapia el único espacio y tiempo para que podamos ayudarnos a vivir mejor. Uno de los objetivos es liberarnos de nuestros odios, complejos y frustraciones. Aplicando el don de la reflexión, de la recapacitación, del pensar, podemos usar el espacio virtual de un blog para lograr el mismo fin. Otros quizá lo logren con una historieta, como en este caso lo grafica Liniers.
El espacio más generalmente aceptado para esto es la terapia. Un contrato de confidencialidad, con depósito de confianza y fe a plazos, que probablemente pague a término (corto o largo). Una hora semanal que pocas veces planificamos. Aterrizamos allí desprovistos de paracaídas. Nos desnudamos ante el ser reflexivo que ayudará a que nuestra propia inteligencia nos vista, abrigue y nos proveea de un paracaídas. Hablamos y hablamos, lloramos (no siempre) y lloramos (a veces sí). Pensamos, mucho, antes y después. Creemos entender, entendemos. Evitamos otras piedras, no siempre con el éxito suficiente. Y así, por un tiempo vamos y vemos avances, estanques y quizás algún retroceso.
Pero no es la terapia el único espacio y tiempo para que podamos ayudarnos a vivir mejor. Uno de los objetivos es liberarnos de nuestros odios, complejos y frustraciones. Aplicando el don de la reflexión, de la recapacitación, del pensar, podemos usar el espacio virtual de un blog para lograr el mismo fin. Otros quizá lo logren con una historieta, como en este caso lo grafica Liniers.
viernes, julio 20, 2007
El Negro no se va
Canta Fito Paez, negro y rosarino como vos, que nada nos deja más en soledad, que la alegría si se va. Pero los genios, los tipos de ley, los buenos tipos, trascienden, perduran, quedan. Y vos negro, vos sos un buen tipo. Tu alegría no se va, porque es de todos. Eso pasa con los genios, con los buena leche. La gente se los apropia, los toma para sí, los adopta. Y vos sos de nosotros, desde antes que se comience a decir la gente. A vos te queremos desde que éramos pueblo. Porque nos entendés, porque nos retratás, porque nos ironizás. Simlpemente (y exceletemente) nos mostrás como somos, como procedemos, las cagadas que nos mandamos. En tu humor gráfico nos reflejamos, nos vemos, somos, existimos. Y qué con el fulbo, de diez, como el Diego. Más muestra de tu destreza y genialidad. Sos de la cuna de grandes, grandes de corazón, grandes en humildad. No hay lágrimas, gracias a vos, llevaremos eternas sonrisas.
Etiquetas: Fontanarrosa
miércoles, julio 18, 2007
Dolor, Impunidad, Vergüenza
Hoy Juan Pablo cumple trece años. Parece mentira pero ya ha dejado su adolescencia detrás. Sin embargo, hay algo que le duele, le come las entrañas y le aplasta la cabeza. No lo dice a nadie. Nadie, o casi nadie podría entenderlo. Y para qué, si fuera adolescente tal vez, pero su adolescencia no ha existido. Se la robaron antes. Se la despojaron el mismo día en que nació. No lo supo sino hasta después. No recuerda cuando lo supo, pero fue después. Aunque el día que nació hubo miles de complicaciones. Su corazón latía más lento que lo normal. Sus ojos lloraron muchas más lágrimas que lo normal. Su llanto sonaba más desagarrador que lo normal. Su parto dolió mucho más de lo normal. Su 18 de julio de 1994 no fue un día normal. Sus 18 de julios nunca lo serán. Las alegrías reposan a la sombra de sus tristezas. La vida parece no tener fin y doler eternamente en una espiral de confusión, dolor, ambigüedad e indiferencia. Juan Pablo no hace reclamos de ningún tipo. Su voz continúa enmudecida por los estruendos. Su aire no es puro, un polvillo maloliento le provoca lesiones en los pulmones. El simple acto de respirar le parte el corazón. Roto, desgarrado, desfallecido, un corazón joven pero viejo a la vez. Juan Pablo está dentro de cada uno de nosotros y hoy cumple trece años. Pero no sopla ninguna velita. Por el contrario, las enciende. Ochenta y cinco velas cargadas de luz de esperanza. Quizás la única luz que ilumina sus días. Porque sus ojos no ven. No ven justicia, no ven respeto, no ven nada. O sí, ven dolor, ven impunidad, ven vergüenza. Su cuerpo siente dolor, siente impunidad, siente vergüenza. La voladura de la AMIA es dolor, la voladura de la AMIA es impunidad, a voladura de la AMIA es vergüenza. La voladura de la AMIA también es nunca perder las esperanzas.
Etiquetas: AMIA
domingo, julio 15, 2007
Antónimos
Así es la vida, así es el fútbol. Nunca sirve ganar antes de tiempo. Si se dice siempre que los partidos hay que jugarlos. En tal caso, los jugadores fueron los únicos que ponían paños fríos antes de la final. Todos hablaban de un Brasil devaluado, y el real anda firme por allá. Argentina no tuvo propuesta, no tuvo iniciativa, no tuvo fuerzas. Por su lado Brasil hizo lo que había que hacer. Marcar, tocar, ir a buscar, ganar, festejar. Como dice su bandera, orden y progreso.
Habrá tres mil excusas y millones de atenuantes, la misma cuota de ataque que se tomó vacaciones. Se apagaron como cigarrillo en cenicero los Messi, los Riquelme, los Tevez, contra toda la defensa de habla portuguesa. Las estrellas argentinas se han estrellado. Muchos dirán que no se estaba tan arriba como se creía y que ellos no estaban tan abajo como se decía. Dicen que con el resultado puesto es fácil opinar. Antes de jugar también es fácil, quizás más fácil aún. Toca aprender la lección, alegría y tristeza son antónimos.
Habrá tres mil excusas y millones de atenuantes, la misma cuota de ataque que se tomó vacaciones. Se apagaron como cigarrillo en cenicero los Messi, los Riquelme, los Tevez, contra toda la defensa de habla portuguesa. Las estrellas argentinas se han estrellado. Muchos dirán que no se estaba tan arriba como se creía y que ellos no estaban tan abajo como se decía. Dicen que con el resultado puesto es fácil opinar. Antes de jugar también es fácil, quizás más fácil aún. Toca aprender la lección, alegría y tristeza son antónimos.
jueves, julio 12, 2007
Estilos
-¡Felicitaciones! Lo promovimos a Gerencia. Aquí está su látigo.
Cada tanto pasa. Milagros que le dicen en las faunas laborales. Se genera una posición y se cubre con alguien de abajo, de la base. El triángulo deja un hueco abajo y alguno llega al medio, a ser gerente. No pasa a menudo. Siempre traen uno de afuera, bueno por suerte no siempre, y ahí aconctece el milagro.
Y con ello se presenta otro tema, superada la magia del milagro uno deja de ser compañero para ser jefe, coordinador, gerente o el nombre que se le quiera dar (o que le den en tu empresa). Y toca definir(se) un estilo.
En las antípodas de las formas, está esta del ejemplo (¿jocoso?) del látigo. El ser férreo atacante de la paz del empleado, llenarlo de presiones y contra presiones. El pedirle y ya estarle encima de porqué no hizo lo que le fuera pedido, aun cuando le pediéramos pasar un elefante por un ojal. Premios que no llegan y castigos que están a la orden del día. Y es una pena, es el momento de cambiar lo que no nos gustaba, mejorar lo que parecía imposible, ser, diferente, ni mejor ni peor, tan solo diferente dejando nuestra impronta, nuestra estela en el mar.
A mí me gusta eso otro, navegar el océano de lo incierto y que mi navega deje una estela, que se pueda seguir, que se pueda copiar, o al menos que se pueda ver (queda en cada quien qué hacer con lo que ve). Romper el látigo y mandar con el ejemplo, con mi hacer, con mis errores y mis aciertos. Alguien dijo (o escribió) que un líder lidera con el ejemplo, quiera o no quiera hacerlo (*). Y ahí está la cuestión, por lo menos parte de ella.
Con un látigo se emula que uno lo sabe todo, y quizás sea preferible hacer más preguntas. Los castigos infunden miedo, el buen líder genera confianza. La fuerza bruta puede hacer que el trabajo sea odioso, sin dudas quien surca el mar con su velero es capaz de lograr que el trabajo sea interesante (**).
Los milagros ocurren. Uno puede llegar. Los milagros ocurren, siempre se puede cambiar, claro que para bien (y cuidado que también para mal).
Cada tanto pasa. Milagros que le dicen en las faunas laborales. Se genera una posición y se cubre con alguien de abajo, de la base. El triángulo deja un hueco abajo y alguno llega al medio, a ser gerente. No pasa a menudo. Siempre traen uno de afuera, bueno por suerte no siempre, y ahí aconctece el milagro.
Y con ello se presenta otro tema, superada la magia del milagro uno deja de ser compañero para ser jefe, coordinador, gerente o el nombre que se le quiera dar (o que le den en tu empresa). Y toca definir(se) un estilo.
En las antípodas de las formas, está esta del ejemplo (¿jocoso?) del látigo. El ser férreo atacante de la paz del empleado, llenarlo de presiones y contra presiones. El pedirle y ya estarle encima de porqué no hizo lo que le fuera pedido, aun cuando le pediéramos pasar un elefante por un ojal. Premios que no llegan y castigos que están a la orden del día. Y es una pena, es el momento de cambiar lo que no nos gustaba, mejorar lo que parecía imposible, ser, diferente, ni mejor ni peor, tan solo diferente dejando nuestra impronta, nuestra estela en el mar.
A mí me gusta eso otro, navegar el océano de lo incierto y que mi navega deje una estela, que se pueda seguir, que se pueda copiar, o al menos que se pueda ver (queda en cada quien qué hacer con lo que ve). Romper el látigo y mandar con el ejemplo, con mi hacer, con mis errores y mis aciertos. Alguien dijo (o escribió) que un líder lidera con el ejemplo, quiera o no quiera hacerlo (*). Y ahí está la cuestión, por lo menos parte de ella.
Con un látigo se emula que uno lo sabe todo, y quizás sea preferible hacer más preguntas. Los castigos infunden miedo, el buen líder genera confianza. La fuerza bruta puede hacer que el trabajo sea odioso, sin dudas quien surca el mar con su velero es capaz de lograr que el trabajo sea interesante (**).
Los milagros ocurren. Uno puede llegar. Los milagros ocurren, siempre se puede cambiar, claro que para bien (y cuidado que también para mal).
(*) Del inglés A leader leads by example, whether he intends to or not.
(**) Adaptación de A boss creates fear, a leader confidence. A boss fixes blame, a leader corrects mistakes. A boss knows all, a leader asks questions. A boss makes work drudgery, a leader makes it interesting. Russell Ewing.
viernes, julio 06, 2007
Bien o mal, lo mismo da
Hoy me preguntaron cómo me iba. Esa pregunta intranscendente y desporsalizada lanzada al aire como formalismo tácito de un saludo matutino de empresa. Si dejara que mi sinceridad aflorara y hablara, sé que diría que muchos de los que saludan, que me saludan, poco les importa hacerlo, y menos saber cómo me va ni nada de esas cuestiones sociales que muchos estan sujetos a seguir. ¿Cómo reconocer quién pregunta porque sí y quién pregunta por verdadero interés?
-Buenos días, Gabriel. ¿Cómo estás?
-Sentado, ¿y vos?
-Bien ¿y vos?
Así fue un diálogo con una compañera de trabajo. Siguieron otras palabras vacías de ida y vuelta. Sin dudas no había comunicación, no había interés, ni nada. De ambos lados surgió esa formalidad social pseudo obligatoria. Es verdad (quizás no) que mi respuesta rompe varios moldes, pero no rompió el de ella. Me pregunta como estoy, le respondo (al menos no le tiro el ultrarepetido "bien" aunque nos vaya como a Colombia en la Copa América), le pregunto (es cierto que automático, frío y sinsentido) "¿y vos?", me responde (el ultrarepetido "bien" aunque quizás le vaya como a Colombia en la Copa América), y me vuelve a preguntar. En este caso está claro que preguntó porque sí, puesto que repreguntó. No sólo no le interesó, sino que no lo registró. Al plantearle algo así, de esto versaron las palabras vacías que mencioné al principio del párrafo, me gané el descalificativo de "jodido". De quien nada espera de nosotros, nada debe afectarnos.
Como sea que venga la cosa, es difícil indentificar quién pregunta qué en qué momento. En el mundo hay personas de toda clase, que interactuan en toda clase de tiempos, persiguiendo toda clase de objetivos, o que no buscan nada sino mas que cumplir con un ritual de buenosdias/comoteva/bienavos/bienavos, así sin tono, sin sentido, sin nada, hasta con repregunta más vacía que lo vacío del contenido que lo precede.
Entonces, ¿qué y cómo hacer? A todos nos pasan cosas. Nadie puede juzgar a nadie. Por el momento, yo, seguiré siendo "jodido", aunque no esté de acuerdo con mi calificativo.
-Buenos días, Gabriel. ¿Cómo estás?
-Sentado, ¿y vos?
-Bien ¿y vos?
Así fue un diálogo con una compañera de trabajo. Siguieron otras palabras vacías de ida y vuelta. Sin dudas no había comunicación, no había interés, ni nada. De ambos lados surgió esa formalidad social pseudo obligatoria. Es verdad (quizás no) que mi respuesta rompe varios moldes, pero no rompió el de ella. Me pregunta como estoy, le respondo (al menos no le tiro el ultrarepetido "bien" aunque nos vaya como a Colombia en la Copa América), le pregunto (es cierto que automático, frío y sinsentido) "¿y vos?", me responde (el ultrarepetido "bien" aunque quizás le vaya como a Colombia en la Copa América), y me vuelve a preguntar. En este caso está claro que preguntó porque sí, puesto que repreguntó. No sólo no le interesó, sino que no lo registró. Al plantearle algo así, de esto versaron las palabras vacías que mencioné al principio del párrafo, me gané el descalificativo de "jodido". De quien nada espera de nosotros, nada debe afectarnos.
Como sea que venga la cosa, es difícil indentificar quién pregunta qué en qué momento. En el mundo hay personas de toda clase, que interactuan en toda clase de tiempos, persiguiendo toda clase de objetivos, o que no buscan nada sino mas que cumplir con un ritual de buenosdias/comoteva/bienavos/bienavos, así sin tono, sin sentido, sin nada, hasta con repregunta más vacía que lo vacío del contenido que lo precede.
Entonces, ¿qué y cómo hacer? A todos nos pasan cosas. Nadie puede juzgar a nadie. Por el momento, yo, seguiré siendo "jodido", aunque no esté de acuerdo con mi calificativo.