viernes, abril 20, 2007
Impuesto a las Ganancias - semana para las Personas Físicas
-¿Entonces usted me ahorra $42 al hacerme mi declaración de renta?
-Sí señor. Me alegra que esté conforme. Por favor hágame un cheque por $225 por mis servicios.
La semana laboral se muere en una lluvia caliente. La humedad sigue densa y pesada. Los primeros fríos de abril no llegan y las sensaciones térmicas de estos días han trepado hasta los treinta grados centígrados.
Muchos colegas míos están nadando entre papeles de trabajo, peleando con los aplicativos de la Administración Federal de Impuestos (¿por qué nunca podrá salir uno que no necesite un parche posterior), ultimando los últimos detalles de cada declaración jurada de impuestos. El gobierno se ha calzado los cubiertos y se ha colocado la servilleta para no mancharse la camisa y la corbata. Es tiempo de cobrarse los impuestos. Los cuentapropistas se desangran de divisas. Se quejan como si pagaran alguna penalidad, como si se tratara de un castigo por tener un comercio, un oficio, o un emprendimiento.
Otros estamos en otra, no tenemos necesidad de presentar nada, por lo de trabajar en relación de dependencia. Ya hemos pagado todo mes por mes. Y muchos nos hemos quejado de todo lo que nos retienen. El gobierno se recibe de lo nuestro y sin mancharse la camisa.
Muchos nos preguntamos qué se hace con nuestro dinero. Una pregunta efímera que merece una indagación más profunda, más seria y con mucha mayor contundencia. Para eso debemos madurar como seres y como sociedad. Pero es más fácil la queja vacía y seguir sometido al poder de turno. A ese comensal que no invitamos, que creemos que no hace nada por nosotros, pero que come de nuestras ganancias.
La humedad sigue densa y pesada. El clima ni siquiera colabora con un fin de semana despejado. Nos quejamos del clima para olvidarnos (¿concientemente?) del tema impositivo.
-Sí señor. Me alegra que esté conforme. Por favor hágame un cheque por $225 por mis servicios.
La semana laboral se muere en una lluvia caliente. La humedad sigue densa y pesada. Los primeros fríos de abril no llegan y las sensaciones térmicas de estos días han trepado hasta los treinta grados centígrados.
Muchos colegas míos están nadando entre papeles de trabajo, peleando con los aplicativos de la Administración Federal de Impuestos (¿por qué nunca podrá salir uno que no necesite un parche posterior), ultimando los últimos detalles de cada declaración jurada de impuestos. El gobierno se ha calzado los cubiertos y se ha colocado la servilleta para no mancharse la camisa y la corbata. Es tiempo de cobrarse los impuestos. Los cuentapropistas se desangran de divisas. Se quejan como si pagaran alguna penalidad, como si se tratara de un castigo por tener un comercio, un oficio, o un emprendimiento.
Otros estamos en otra, no tenemos necesidad de presentar nada, por lo de trabajar en relación de dependencia. Ya hemos pagado todo mes por mes. Y muchos nos hemos quejado de todo lo que nos retienen. El gobierno se recibe de lo nuestro y sin mancharse la camisa.
Muchos nos preguntamos qué se hace con nuestro dinero. Una pregunta efímera que merece una indagación más profunda, más seria y con mucha mayor contundencia. Para eso debemos madurar como seres y como sociedad. Pero es más fácil la queja vacía y seguir sometido al poder de turno. A ese comensal que no invitamos, que creemos que no hace nada por nosotros, pero que come de nuestras ganancias.
La humedad sigue densa y pesada. El clima ni siquiera colabora con un fin de semana despejado. Nos quejamos del clima para olvidarnos (¿concientemente?) del tema impositivo.
Etiquetas: reflexión impositiva