sábado, septiembre 17, 2011

¿Se puede confiar?

Ayer salía yo de una reunión en Belgrano. Saco, camisa, pantalón de vestir, sin corbata, un yuppie moderno. Una mujer a la que la vida le puso algunos años, se acerca y sin prisa, sin pausa y sin vacilaciones me cuenta que unos niños de esta altura, haciendo tope con su mano a la altura de su pecho, que no tendrían más de doce años, le habían arrebatado la cartera cerca de Juramento y La Paz. Con la otra mano apuntando hacia la zona de Nuñez, me dice que tiene el auto sin nafta a seis cuadras de donde estábamos hablando. Que por fortuna y dicha su hija está dando a luz en Pilar. Que ella vive en un country (la mujer, no sé la hija), que sus parientes más cercanos viven lejos en azul. Juntado las manos en el centro de su pecho implora que necesita ayuda, que a pesar de todo lo malo tiene la esperanza de llegar al parto. Había dicho también que trabajaba en Pediatría en el Hospital de Vicente Lopez, que puedo chequear...

Ahí la interrumpo y le pido un número de teléfono con mi celular dispuesto a llamar. Mientras la escuchaba mi cabeza iba de un sí a un no como un péndulo, y eso sin saber aún qué pediría. ¿Que la alcance? ¿Que le de dinero?

-¿Qué teléfono querés? -me gritó- ¿No entendiste que mis parientes están en Azul? ¿Qué ayuda querés que pida?

Le expliqué que quería ayudarla, que ella había ofrecido que yo podría validar algo de sus dichos... Hasta que le pedí perdón por no poder ayudarla.

Quería para 16 / 17 litros de nafta, lo que ella calculaba que su Falcon gastaría hasta Pilar...

Si todo es cierto, alguien la ayudará... Esas fueron mis últimas palabras, antes de que ella dijera en todo algo ofuscado: "Bueno, gracias señor". Ella tomó para el lado de Nuñez, yo para Juramento.

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domingo, mayo 10, 2009

Sumate a Dar Vida

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domingo, enero 18, 2009

Terapia



Ciertamente nuestra personalidad es un manojo de llaves que abren (o cierran) las más variada cantidad de puertas. De roble y barnizadas hasta candados que sujetan un pequeña puertecita de alambres oxidados. Esas puertas son el reflejo de la forma de ser de los otros, que eventualmente (o recíprocamente) son otro manojo de otras llaves que pueden cerrar (o abrir) nuestras puertas.

Así las cosas, por más que podamos conocer todas, o algunas, de nuestras llaves, es probables que luego no podamos reconocer que puerta corresponde abrir o cerrar.

sábado, noviembre 15, 2008

No hay monedas

Ayer por la mañana, antes de ir para la oficina, pasé por la oficina municipal de Villa Ballester a pagar el ABL. Para un vuelto de $18,20, lógicamente, me pidieron cambio, aunque sea dos pesos. El diálogo fue algo así:

-... ochenta y uno con ochenta- salió de la boca rojo carmín de la mujer, algo transpirada por los primeros calores de la mañana y tal vez por los que la azotaban desde su interior.
Sin decir nada, extiendo mi mano con el billete violeta y la cara de Julio A. Roca hacia el techo.
-¿No tiene nada de cambio? Aunque sea dos pesos- sin mayor fastidio. Imagino que sería yo uno de los primeros vecinos en dejar parte de mi salario en las arcas del erario municipal.
Hice señas de que no tenía nada más que el rostro de Julito.
Entonces mutó su sonrisa por una expresión agria, como si hubiera visto que alguien quisiera robarse su bicicleta. Apuntó con el dedo a un cartel que estaba pegado en el vidrio de su lugar de trabajo y me advirtió que la próxima vez debía llevar cambio para pagar, que acaso no sabía yo de la falta de monedas.
Opté por hacer silencio, pero juro que se me saltaban de la garganta varias cosas.
Quise leer el cartelito sin reparar en la palabra "ocacionadas". Pero no pude. Es un problema que tengo con las faltas ortográficas, de las que me doy cuenta claro. "Colabore con el cambio", decía y remataba "disculpe por las molestias ocacionadas".
No le perdoné nada, aunque de haberle respondido, probablemente aún estaríamos discutiendo.

Me pregunto qué pasa y qué pasó con las monedas. El crecimiento demográfico y económico, si es que es tal el último, se devoraron las monedas existentes, en cambios los billetes si son emitidos. Que yo recuerde hace ya varios años que se debe pagar con monedas en los colectivos, y nunca habían desaparecido así los metálicos. ¿Será que sí se imprimen billetes pero que no se acuñan monedas? En el Banco Provincia de Villa Ballester, imagino que otros también, se comunica que "atento a las cuestiones de público conocimiento, la entidad sólo dará cambio de dos monedas de un peso por cada billete de dos, sin excepción". Dos pesos en monedas de uno. Para poder haber satisfecho a mi cobradora de maquillaje rauda matinal, debí de haber reducido hasta la expresión de dos mi billete de cien.

Alguno se habrá quedado pensando en qué le habría respondido de no haber optado por el silencio.

Responderé siempre con silencio, pero señalando a un cartel que llevaré colgado, que diga: "No hay monedas (yo tampoco tengo), por favor colabore con el vuelto".

viernes, octubre 10, 2008

Selva y circo

-Me comí tres cabezas de ajo. Esperáte la expresión del domador cuando meta su cabeza en mi boca.


Que el mundillo de las empresas se asemeja a una selva, no es una frase nueva, ni mucho menos creativa, pero que no deja de tener vigencia. Entiendo que ese mundo bien se ganó el sinónimo de selva, toda vez que podemos reconocer luchas feroces por la supervivencia. Sin embargo, no siempre el latiguillo resulta aplicable. Todos sabemos que un león y un venado no podrían compartir el mismo espejo de agua para beber agua. En tal caso, el venado irá primero y saldrá disparado después de que el leon se haya lanzado como salvaje para saborear su carne. Esa imagen sí es viable verla en una empresa. Lo que no es común es ver un comportamiento similar al que los dos animales tendrían, si de la selva quedara tan solo un pequeño lago. Ambos sedientos, cederían ante sus instintos. Eso que Marlow llamó la pirámide de las necesidades o algo así. El venado y el león beberán compartiendo el poco agua que queda, en vez de gastarse las energías en perseguirse y escapar. Ya saben qué pasaría en una empresa en liquidación, en vez de cuidarse los últimos trabajadores pudiendo "beber" todos de lo último del espejo de agua. Tranquilos, que no los estoy atacando diciendo que un león tiene mayor capacidad que nosotros. De hecho, ellos no razonan, y se mueven por sus instintos para quedar extintos. Nosotros por suerte (o por desgracia) razonamos. No siempre de la mejor manera, pero razonamos.

Mientras pensaba cómo encarar esta columna, porque sigo con la idea de equiparar una oficina a una selva, se me ocurrió que mejor, una empresa es como un circo. Ya tendré oportunidad de volver sobre la selva. En cualquier momento un cocodrillo se come un bambi que bajó por agua y me regalan la imagen perfecta.

Decía lo del circo y vi a un presidente que se paseaba por los pasillos como el tigre de bengala de mayor atracción en el Circo de Moscú. Sus pelos al viento, peinado una y otra vez para acomodar la cabellera y transformarse en caballero a partir de unos trajes italianos de finas telas y muchos ceros en el precio. Cuando caminaba, todos lo miraban. Algunos lo admiraban, querían (quieren) ser como él. Ya pocos lo recuerdan, ya que el jefe de los dueños de circo lo pasó a otra compañía.

Me han dicho que una forma de crear personajes para el teatro, o mejor dicho que una de la técnicas para representar a los personajes es pensarlo como animales. Si pudiéramos pensar a nuestros compañeros como animales, de seguro que habrá algún mono inquieto, juguetón, quejoso, que se aferre a su jaula y grite que quiere cambiar, que quiere salir. Luego le dan la oportunidad, pero ya está el refrán, aunque se vista de seda...

Hay más. Están los pájaros (si también hay de los parónimos). Son esos trabajadores que se sienten que pueden volar, sentir que se despliegan sus alas, que el viento los acaricia. Soñadores que revientan con las rejas de las jaulas. Se los alimenta de alpiste, cobran poco y redituan bastante cuando muestran su show.

¿Más? Sí. Estás los elefantes, mansas bestias domesticadas desde pequeñas. Son esos personales a los que habría que pegarles la etiqueta "propiedad de la compañía" en el conteo de los Bienos de Uso (Activos Fijos para el resto del mundo contable de habla hispana). Sus años de servicio son tantos como engordaron los kilos del elefante. Fueron contratados de muy jóvenes y ya no les duele nada. Pasaron por todas, como el probe elefantito que lo ataron a un pequeño árbol con una soga. Tiró y tiró para ecaparse, está en la escencia de los seres la libertad. Lo mismo peleó el jóven empleado, por todas las injusticias laborales. El elefante vino grande y gordo, pero siguió atado con la misma cuerda. Ya sabía que no podía escapar. El empleado elefante es igual, ya no se queja, ya no pelea, sólo sigue aguantando atado con su soga de tantos años. Un pequeño tirón y la cortaría, pero ya sabe que no puede hacerlo.

Hay muchos más animales. Pero creo que el punto ya está explicado.

El problema del circo, también, son los cuidadores. Supervisores del esfuerzo ajeno. Irresponsables sicópatas que se olvidan (eso porque soy bueno, porque debiera escribir que directamente no les interesa) de lo básico: agua, comida y limpieza de la jaula. Yo puedo entender que sean cortos y les falte capacidad para tener a todos los animales contentos. Además, para eso tendrían que darse cuenta que no todas las atracciones del circo son iguales. Eso sólo lo hacen cuando traen un caballo nuevo. Le lavan los dientes, le peinan las crines, le dan agua filtrada, le prometen la mejor alfalfa. Entonces el córsel acepta, ingresa a las filas del circo. No pasa mucho tiempo, y el equino sufre las mismas miserias que el resto. Es que los cuidadores no prestan la debida (¿digna?) atención a sus animales. No logran darse cuenta de que somos lo que mantiene el circo girando. Hasta aceptan que un león se coma un ajo antes del truco de meter la cabeza en las fauces del felino.

viernes, julio 25, 2008

30 años de la primera bebé de probeta

---La verdad sobre la infertilidad provocada por las notebooks---

-Hemos realizados todas las pruebas, y resultó que no es un problema de las notebooks. Esta gente, en realidad, no está teniendo sexo.

La realidad de las parejas que no pueden ser padres ha ido mutando desde el nacimiento de la primera niña fertilizada en una probeta, el 25 de julio de 1978.

Desde ese día hasta hoy miles de millones de lágrimas se evaporaron para dibujar una sonrisa en el rostro de padres, que no hubieran sido de no ser por la intervención de la ciencia médica.

Sin embargo, hay más miles de millones de lágrimas que no tienen forma de llegar a sonrisa. La barrera económica, como en muchas otras cosas, divide a los que pueden tener esperanzas de sonreir de los que no.

Para levantar esa barrera, estamos juntando firmas para que el Congreso le regale a nuestro país una ley donde la infertilidad sea tratada como una enfermedad y miles de millones de lágrimas, tengan la esperanza de convertirse en sonrisas.

Más información:

www.infertilidad-arg.com.ar

Firmá por la ley de Infertilidad--->
www.infertilidad-arg.com.ar/planilla.pdf

www.concebir.org.ar

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viernes, julio 18, 2008

AMIA - 14 años

Hace un año posteaba yo Dolor, impunidad, vergüenza y tan sólo podría repetirme. Repetirme en una espiral hacia adentro, cerrarme en un dolor social, vendarme los ojos y atarme las manos, para no ver, para no sentir. No hablo de hacerme indiferente. Eso no. Podría ser menos traumático, pero éticamente me quedaría vacío.

Cuando hablamos de actos que atacan el valor más preciado, cuando el milagro de estar vivos se traduce en la pesadilla de la muerte, y cuando a eso le sigue conspiración política, y cuando cuatro presidentes en catorce años miraron siempre al costado; cuando la justicia en catorce años escribió miles de fojas de letras huecas e infructuosas; cuando peritos ignotos en catorce años descudiaron las pruebas fácticas del horror; cuando la sociedad indiferente en catorce años no se puso al frente de un pedido de justicia; cuando todo eso pasa, el Juan de mi posteo del año pasado ahora cumple un año más.

No me queda otra que repetirme, Juan, mi Juan, el Juan de todos, cumple un año más, como el dolor, la vergüenza y la impunidad.

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