viernes, abril 27, 2007
27 de abril
–Haré mi propio blog.
–¡No, por Dios!
–Cada día comentaré sobre mis pensamientos acerca de nuestro negocio.
–Necesito que me escribas el primero para mañana al mediodía. No puedo esperar para ver qué estoy pensando.
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Hace un tiempo comencé micubiculo.blogspot con el ánimo de pensar, de ver, de reflexionar, de sentir, de indagar, de reír, de llorar sobre nuestras realidades laborales. A menudo lo he utilizado como una vía de escape a mis propias frustraciones, a personales acontecimientos y a situaciones en general.
Hoy particularmente ví esta tira de Dilbert, protagonista indiscutido de cualquiera de las empresas donde trabajamos. La claridad que tiene para mostrar la realidad, principalmente en los Estados Unidos, me llama poderosamente la atención. Quienes reímos con sus tiras, somos luego abonados a una dosis de enfrentamiento con nuestra propia oficina, jefes, teorías de las decisiones y demás temas de abordaje natural.
Cada veintisiete de abril es un día más. Diferente o igual al veintiséis o al inminente veintiocho. Sin embargo, para mí representa ese otro día (junto con la nochebuena o con fin de año) en que los seres humanos nos arrojamos a la marea del balance personal. Como todo balance financiero, el tema está en balanza. Donde aparece alguna cosa negativa -¡que inevitable tendencia tengo (¿tenemos?) en verlas primero!-, hay otra que lo compensa, produciendo el mentado balance. Pero no toda reflexión anual de un cumpleañeros balancea así porque sí. Muchas veces los balances balancean contra una deuda a favor de un tercero. Y si bien esto en las finanzas permite cierta mejora temporal del flujo de caja, eventualmente la cuenta deberá ser pagada. Pero cuando en esta especie de autojuzgamiento cíclico poseemos muchas deudas, tenemos una probable situación de quiebre.
Otro océano existe para divagar sobre los viajes por trabajo, con las consabidas ausencias en la casa, con el trastorno alimenticio que conlleva las diversas culturas culinarias de nuestros destinos, las esperas en aeropuertos; todas estas pérdidas compensadas, en parte, en todo o superadas, por las ganancias representadas en nuevas oportunidades de carrera, en conocimiento de personas, lugares, culturas, en expansión de nuestro rededor. Ya habrá tiempo y días soleados para navegar y zambullirse en este océano. Seguramente, también habrá otros tiempo de densas y grises nubes que no nos dejen siquiera salir a cubierta. Todo esto quedará, por ahora, para otro comentario.
Estas líneas se escriben del fluir directo de lo que estoy pensando. El personaje de Scott Adams no puede esperar a ver qué piensa porque esta caracterizado en no pensar. En cambio los párrafos precedentes caen desde la cabeza directamente al ordenador, en las primeras horas de un día típico de cierre de balance. Son las primeras horas de mi día de cumpleaños. Faltan tan sólo cuarenta y cinco minutos para aterrizar en Buenos Aires. El capitán dijo que las condiciones climáticas son óptimas. No mencionó nada acerca de radares no funcionando en Ezeiza. Del espacio aéreo sin escalas al espacio virtual. Hace treinta y tres años mis padres no sabían que a la edad de Cristo mi vuelo saldría cuatro horas más tarde, luego de una dura semana de trabajo en tierras donde el portugués es el idioma oficial.
Sin dudas es tiempo propicio para mi balance. Las primeras cuentas caen todas al debe, se trata de los resultados negativos que siempre veo primero. Sé que me hace falta una pausa, tomar distancia, dejarme llevar por las ganancias que faltan registrar. Aparecen algunas: una nueva asignación cumplida. Sin embargo, quedan otras asignaciones que revierten la situación. Entonces, ya registro el pasivo correspondiente que vuelve a balancear. Queda mi futuro sujeto a la solución de este y otros pendientes. Pero me estoy centrando sólo en un rango de cuentas. Veo un solo árbol que tapa el resto del bosque. Necesito más distancia. Es una claridad que no siempre tengo, pero que hoy aflora como una pequeña llama en una densa oscuridad. Quizá se trate de madurez, o de volverme viejo, no lo sé. Dos copas de vino Malbec, del bueno, colaboran.
–¡No, por Dios!
–Cada día comentaré sobre mis pensamientos acerca de nuestro negocio.
–Necesito que me escribas el primero para mañana al mediodía. No puedo esperar para ver qué estoy pensando.
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Hace un tiempo comencé micubiculo.blogspot con el ánimo de pensar, de ver, de reflexionar, de sentir, de indagar, de reír, de llorar sobre nuestras realidades laborales. A menudo lo he utilizado como una vía de escape a mis propias frustraciones, a personales acontecimientos y a situaciones en general.
Hoy particularmente ví esta tira de Dilbert, protagonista indiscutido de cualquiera de las empresas donde trabajamos. La claridad que tiene para mostrar la realidad, principalmente en los Estados Unidos, me llama poderosamente la atención. Quienes reímos con sus tiras, somos luego abonados a una dosis de enfrentamiento con nuestra propia oficina, jefes, teorías de las decisiones y demás temas de abordaje natural.
Cada veintisiete de abril es un día más. Diferente o igual al veintiséis o al inminente veintiocho. Sin embargo, para mí representa ese otro día (junto con la nochebuena o con fin de año) en que los seres humanos nos arrojamos a la marea del balance personal. Como todo balance financiero, el tema está en balanza. Donde aparece alguna cosa negativa -¡que inevitable tendencia tengo (¿tenemos?) en verlas primero!-, hay otra que lo compensa, produciendo el mentado balance. Pero no toda reflexión anual de un cumpleañeros balancea así porque sí. Muchas veces los balances balancean contra una deuda a favor de un tercero. Y si bien esto en las finanzas permite cierta mejora temporal del flujo de caja, eventualmente la cuenta deberá ser pagada. Pero cuando en esta especie de autojuzgamiento cíclico poseemos muchas deudas, tenemos una probable situación de quiebre.
Otro océano existe para divagar sobre los viajes por trabajo, con las consabidas ausencias en la casa, con el trastorno alimenticio que conlleva las diversas culturas culinarias de nuestros destinos, las esperas en aeropuertos; todas estas pérdidas compensadas, en parte, en todo o superadas, por las ganancias representadas en nuevas oportunidades de carrera, en conocimiento de personas, lugares, culturas, en expansión de nuestro rededor. Ya habrá tiempo y días soleados para navegar y zambullirse en este océano. Seguramente, también habrá otros tiempo de densas y grises nubes que no nos dejen siquiera salir a cubierta. Todo esto quedará, por ahora, para otro comentario.
Estas líneas se escriben del fluir directo de lo que estoy pensando. El personaje de Scott Adams no puede esperar a ver qué piensa porque esta caracterizado en no pensar. En cambio los párrafos precedentes caen desde la cabeza directamente al ordenador, en las primeras horas de un día típico de cierre de balance. Son las primeras horas de mi día de cumpleaños. Faltan tan sólo cuarenta y cinco minutos para aterrizar en Buenos Aires. El capitán dijo que las condiciones climáticas son óptimas. No mencionó nada acerca de radares no funcionando en Ezeiza. Del espacio aéreo sin escalas al espacio virtual. Hace treinta y tres años mis padres no sabían que a la edad de Cristo mi vuelo saldría cuatro horas más tarde, luego de una dura semana de trabajo en tierras donde el portugués es el idioma oficial.
Sin dudas es tiempo propicio para mi balance. Las primeras cuentas caen todas al debe, se trata de los resultados negativos que siempre veo primero. Sé que me hace falta una pausa, tomar distancia, dejarme llevar por las ganancias que faltan registrar. Aparecen algunas: una nueva asignación cumplida. Sin embargo, quedan otras asignaciones que revierten la situación. Entonces, ya registro el pasivo correspondiente que vuelve a balancear. Queda mi futuro sujeto a la solución de este y otros pendientes. Pero me estoy centrando sólo en un rango de cuentas. Veo un solo árbol que tapa el resto del bosque. Necesito más distancia. Es una claridad que no siempre tengo, pero que hoy aflora como una pequeña llama en una densa oscuridad. Quizá se trate de madurez, o de volverme viejo, no lo sé. Dos copas de vino Malbec, del bueno, colaboran.
Ya veo mejor. Tal vez no sea todo el bosque, pero esto no es la sombra fresca de un sólo árbol. Tengo mis activos invertidos, en amistad natural y en amor correspondido. Otro que viene por herencia: la familia. Son activos que no se deprecian ni se devalúan. Tampoco toca hacerles una valuación. Sólo aquellos que tienen intereses impuros son capaces de dar de baja un activo de estos.
Un corazón de mujer late al ritmo de la música del mío. Me siento más tranquilo, por ahora no hay quebranto posible, el balance está sólido, coherente y firmado con la tinta más pura: el amor.
Etiquetas: reflexión cumplañera
viernes, abril 20, 2007
Impuesto a las Ganancias - semana para las Personas Físicas
-¿Entonces usted me ahorra $42 al hacerme mi declaración de renta?
-Sí señor. Me alegra que esté conforme. Por favor hágame un cheque por $225 por mis servicios.
La semana laboral se muere en una lluvia caliente. La humedad sigue densa y pesada. Los primeros fríos de abril no llegan y las sensaciones térmicas de estos días han trepado hasta los treinta grados centígrados.
Muchos colegas míos están nadando entre papeles de trabajo, peleando con los aplicativos de la Administración Federal de Impuestos (¿por qué nunca podrá salir uno que no necesite un parche posterior), ultimando los últimos detalles de cada declaración jurada de impuestos. El gobierno se ha calzado los cubiertos y se ha colocado la servilleta para no mancharse la camisa y la corbata. Es tiempo de cobrarse los impuestos. Los cuentapropistas se desangran de divisas. Se quejan como si pagaran alguna penalidad, como si se tratara de un castigo por tener un comercio, un oficio, o un emprendimiento.
Otros estamos en otra, no tenemos necesidad de presentar nada, por lo de trabajar en relación de dependencia. Ya hemos pagado todo mes por mes. Y muchos nos hemos quejado de todo lo que nos retienen. El gobierno se recibe de lo nuestro y sin mancharse la camisa.
Muchos nos preguntamos qué se hace con nuestro dinero. Una pregunta efímera que merece una indagación más profunda, más seria y con mucha mayor contundencia. Para eso debemos madurar como seres y como sociedad. Pero es más fácil la queja vacía y seguir sometido al poder de turno. A ese comensal que no invitamos, que creemos que no hace nada por nosotros, pero que come de nuestras ganancias.
La humedad sigue densa y pesada. El clima ni siquiera colabora con un fin de semana despejado. Nos quejamos del clima para olvidarnos (¿concientemente?) del tema impositivo.
-Sí señor. Me alegra que esté conforme. Por favor hágame un cheque por $225 por mis servicios.
La semana laboral se muere en una lluvia caliente. La humedad sigue densa y pesada. Los primeros fríos de abril no llegan y las sensaciones térmicas de estos días han trepado hasta los treinta grados centígrados.
Muchos colegas míos están nadando entre papeles de trabajo, peleando con los aplicativos de la Administración Federal de Impuestos (¿por qué nunca podrá salir uno que no necesite un parche posterior), ultimando los últimos detalles de cada declaración jurada de impuestos. El gobierno se ha calzado los cubiertos y se ha colocado la servilleta para no mancharse la camisa y la corbata. Es tiempo de cobrarse los impuestos. Los cuentapropistas se desangran de divisas. Se quejan como si pagaran alguna penalidad, como si se tratara de un castigo por tener un comercio, un oficio, o un emprendimiento.
Otros estamos en otra, no tenemos necesidad de presentar nada, por lo de trabajar en relación de dependencia. Ya hemos pagado todo mes por mes. Y muchos nos hemos quejado de todo lo que nos retienen. El gobierno se recibe de lo nuestro y sin mancharse la camisa.
Muchos nos preguntamos qué se hace con nuestro dinero. Una pregunta efímera que merece una indagación más profunda, más seria y con mucha mayor contundencia. Para eso debemos madurar como seres y como sociedad. Pero es más fácil la queja vacía y seguir sometido al poder de turno. A ese comensal que no invitamos, que creemos que no hace nada por nosotros, pero que come de nuestras ganancias.
La humedad sigue densa y pesada. El clima ni siquiera colabora con un fin de semana despejado. Nos quejamos del clima para olvidarnos (¿concientemente?) del tema impositivo.
Etiquetas: reflexión impositiva
viernes, abril 13, 2007
Facturas de los Viernes
Algunos dicen que estas pequeñas cosas te salvan de la locura de las empresas. Estas pequeñas cosas me hacen olvidar que la empresa existe.
Medialunas, churros, churros bañados en chocolate rellenos de dulce de leche, berlinesas, tortas de ricota, de chocolate, de todo. La oficina puede convertirse en una verdadera tentación. A veces es una colaboración para combatir las mañanas de lucha. Es cuando los vencimientos de los reportes lo ponen un viernes. Es la muerte. Es pecado. Justo el día en que los empleados nos regalamos al placer de las cosas dulces, como para anticipar el fin de semana. Pero cuando hay vencimientos, cuando las bases de datos se vuelven locas, cuando los sistemas colapsan y solo funciona el teléfono y el que lo usa es tu jefe que te llama y rellama para pedirte lo que no podés terminar, porque no hay luz, porque el programa no funciona, porque el tiempo no alcanza. No queda otra, no hay batalla que se pueda ganar, no queda nada por hacer, sólo entregarse al placer (y a la culpabilidad) de comerse una de esas bombas de tiempo, que de viernes a viernes se ha hecho una ¿sana? costumbre.
Pero, como en muchas otras cosas, no todo está perdido. Es posible elegir (posible, pero molto difíchile) no comer, salir a caminar al sol y, sabiendo que hoy no vence nada, comenzar a disfrutar del fin de semana. Es otra batalla, más difícil de ganar. Aunque sea preferible perderse en el dulce de leche, hoy me juego por mi salud.
Medialunas, churros, churros bañados en chocolate rellenos de dulce de leche, berlinesas, tortas de ricota, de chocolate, de todo. La oficina puede convertirse en una verdadera tentación. A veces es una colaboración para combatir las mañanas de lucha. Es cuando los vencimientos de los reportes lo ponen un viernes. Es la muerte. Es pecado. Justo el día en que los empleados nos regalamos al placer de las cosas dulces, como para anticipar el fin de semana. Pero cuando hay vencimientos, cuando las bases de datos se vuelven locas, cuando los sistemas colapsan y solo funciona el teléfono y el que lo usa es tu jefe que te llama y rellama para pedirte lo que no podés terminar, porque no hay luz, porque el programa no funciona, porque el tiempo no alcanza. No queda otra, no hay batalla que se pueda ganar, no queda nada por hacer, sólo entregarse al placer (y a la culpabilidad) de comerse una de esas bombas de tiempo, que de viernes a viernes se ha hecho una ¿sana? costumbre.
Pero, como en muchas otras cosas, no todo está perdido. Es posible elegir (posible, pero molto difíchile) no comer, salir a caminar al sol y, sabiendo que hoy no vence nada, comenzar a disfrutar del fin de semana. Es otra batalla, más difícil de ganar. Aunque sea preferible perderse en el dulce de leche, hoy me juego por mi salud.
lunes, abril 09, 2007
¿Lunes o Martes?
Suena el despertador, saltás de la cama, te afeitás (mal, rápido, te cortás), te bañás (aún dormido, ni el agua caliente te despierta), te cambiás (mal, rápido, descombinado), salís (rápido, sin desayunar, mal) e igual que cualquier otro lunes llegás a la oficina. Pero este lunes es similar a todos los otros lunes, sólo que un poco diferente a la vez. Están casi todos en la misma. Muchos días sin trabajar, destinados al ocio inoperante del zapping televisivo o de la escapada a la Costa Atlántica. Algunos peor (o quizás sea mejor) desde la semana anterior que no vienen a la oficina, por el feriado que conmemora el Día de la Recuperación de las Islas Malvinas. Crece la actividad turística pero no hace las veces de descanso, porque si así fuera todo lo que te estaba preocupando de la oficina ayer domingo por la noche, mientras mirabas los goles de la fecha o mientras estabas atascado en el tráfico turístico, lo estarías poniendo en práctica ya mismo. Pero es lunes, y odías los lunes. Habría que quitarlos, empezar directamente el martes. Sí, decís que sí, que buena idea. Así somos, patiale para adelante. Si pudiéramos lograrlo, ¿no estaría escribiendo los mismo pero por el día martes? Buena semana.
Etiquetas: lunes