miércoles, diciembre 20, 2006
Recepcionistas

-Hey, ¿esos caramelos son nuevos?
-Fuera de mis caramelos.
(Amo mis caramelos).
Unas te sonríen cuando dicen buenos días. Ves sus dientes blancos detrás del rojo carmín que brillan en los labios. Cuanto más edad tienen más rojo es el carmín. Otras ni te ven, quizás esbocen un buenos días, pero no te ven. Están en su mundo, se peinan o se pintan o ambas cosas a la vez usando como espejo el monitor, o la puerta vidriada o un diminuto espejo que llevan en sus carteras. Hay veces que están de mal humor, de muy mal humor. Y a los primeros en llegar no se lo demuestran y sonríen con su risa carmín y blanca. Pero en un momento se quiebran y al que llega le vomitan todas sus penurias. Uno llega y se recibe de todo eso. Ser recepcionista no es tarea sencilla.
Les llueven pedidos de todo tipo y toda la empresa. Los casos típicos son los pedidos del paradero de algún compañero o de algún jefe. Los que llamemos en buen momento recibiremos un "No sé mi amor donde está, no lo he visto". La respuesta a obtener en momento inapropiado (desde el punto de vista de la recepcionista) no es autorizada para difundir por este medio. Otras cuestiones que les mueven la aguja del humor es la llegada en continuado de proveedores o visitantes. Se le acumulan gentes en la recepción, que por lo general son lugares pequeños como lata de sardinas, y cuando todos las gentes se acumulan allí se transforman en sardinas y ahí es cuando, por ejemplo, nace un momento para no llamar a la recepción a preguntar por nada.
Las recepcionistas son como todos nosotros, digo, alegres, malhumoradas, jóvenes, mayores, bonitas, feas, flacas, gordas, y demás. Pero al estar en el primer lugar que uno ve al ingresar son carne de carroña para los más diversos comentarios. También es cierto que todos las necesitamos, les pedimos favores, que nos pidan un remis, que nos reserven un vuelo, que nos pidan facturas, que nos avisen cuando llega el jefe, que nos avisen cuando llegue el jefe del jefe. A su vez, ellas tienen su propia actividad de avisos, de avisos de reuniones, de aviso de cumpleaños, de aviso de aniversarios, de búsqueda de ausentes a reuniones, de comunicadoras de feriados, de días no laborables, de que no hay agua, de lo que sea.
Repartir la correspondencia es para ellas un recreo, un alto, un cambio. Sin llamadas en idiomas de otras latitudes, sin faxes que se traspapelean, sin nada. Bueno, sin nada no, porque cuando van haciendo el reparto les caemos al cruce con otras preguntas, en verdad las mismas que les haríamos por teléfono pero que al no responder (salieron a repartir la correspondencia) las hacemos en vivo. De todos modos es diferente. Pueden realizar su dosis de chusmerio en vivo y en directo, viendo con quien hablan. Si la recepcionista es de la categoría alegre, bonitas, atractivas, bueno una de esas, también es un recreo para nosotros. Para nuestras compañeras es el momento de la envidia.
Las recepcionistas son un mundo aparte. Allí parecen estar a veces. En verdad, siempre nos están ayudando, aunque en algunas oportunidades envíen al cadete a otra dirección y nuestra trámite quede perdido en la nada o en el escritorio de ellas, que por lo que puede uno encontrar allí es la nada misma o el todo de todo. Porque son de gran colaboración se les instauró un día. Tranquilo, no es hoy, no debés ir corriendo a pedir flores para agasajarla. Eso creo que es los 4 de septiembre, la actividad comercial da también para esto. Aún así, podés regalarle algo hoy también, quizás una sonrisa y un buenos días alcancen.