martes, octubre 10, 2006
PReguntas
![](http://photos1.blogger.com/blogger/1266/3473/320/pregunta%20de%20jefe.jpg)
-Busqué en Google este sitio, y ahora me apareció todo un lenguaje incoherente.
-Eso no son incoherencias. Es japonés.
-¿Qué? ¿Internet está en otros idiomas?
(Necesito responder con frases que no me lleven al despido).
¿Te pasó alguna vez?
Una pregunta de tu jefe, una respuesta tuya. La pregunta es tonta, insensata. Tu respuesta es cierta, correcta, respetuosa. Pensás qué hace mi jefe que no sabe esto. Te conformás creyendo que tiene muchas cosas por atender. Es más, leiste en alguna publicación que los jefes son los seres más estresados. Cuanto más cargo, más estrés. Te lo bancás, crees que lo comprendés, por eso le respondiste su pregunta, como si fuera una buena inquietud.
Pero ahí vuelve, lanza otra burrada entre signos de preguntas. Y la entona como si hubiera cantado toda su vida en el Coro de Jefes de la Divina Mediocridad. ¿Y ahora? Imaginás que te está poniendo a prueba. Dudás, ¿qué hacer? Optás por reponder, se te escapa un tono que denota algo de inconformismo. De todos modos tu jefe no lo nota. No te importa, porque ya sabés que son así, nada oyen, nada entienden, todo lo están analizando. ¿Será que tiene entonces demasiadas cosas por atender? Te das cuenta, es un tema semántico: "tiene muchas cosas que entender, antes de poder atender alguna".
Siguen en el tema. Y está claro que no hay dos sin tres. Desde el vacío mismo aterriza en tu oidos una nueva pregunta. Ya no identificás el tono, ni la razonabilidad, ni la remota posibilidad de que esa pregunta tenga algo de válido. Buscás, rápidamente, un lejísimo antepasado que le otorgue un mísero porcentaje de actualidad a la pregunta. Lo hacés de ingenuo. Es otra de sus preguntas en las que tenés que responder, al menos, de un modo tal para que no te despidan.
¿Te pasó alguna vez?
-Eso no son incoherencias. Es japonés.
-¿Qué? ¿Internet está en otros idiomas?
(Necesito responder con frases que no me lleven al despido).
¿Te pasó alguna vez?
Una pregunta de tu jefe, una respuesta tuya. La pregunta es tonta, insensata. Tu respuesta es cierta, correcta, respetuosa. Pensás qué hace mi jefe que no sabe esto. Te conformás creyendo que tiene muchas cosas por atender. Es más, leiste en alguna publicación que los jefes son los seres más estresados. Cuanto más cargo, más estrés. Te lo bancás, crees que lo comprendés, por eso le respondiste su pregunta, como si fuera una buena inquietud.
Pero ahí vuelve, lanza otra burrada entre signos de preguntas. Y la entona como si hubiera cantado toda su vida en el Coro de Jefes de la Divina Mediocridad. ¿Y ahora? Imaginás que te está poniendo a prueba. Dudás, ¿qué hacer? Optás por reponder, se te escapa un tono que denota algo de inconformismo. De todos modos tu jefe no lo nota. No te importa, porque ya sabés que son así, nada oyen, nada entienden, todo lo están analizando. ¿Será que tiene entonces demasiadas cosas por atender? Te das cuenta, es un tema semántico: "tiene muchas cosas que entender, antes de poder atender alguna".
Siguen en el tema. Y está claro que no hay dos sin tres. Desde el vacío mismo aterriza en tu oidos una nueva pregunta. Ya no identificás el tono, ni la razonabilidad, ni la remota posibilidad de que esa pregunta tenga algo de válido. Buscás, rápidamente, un lejísimo antepasado que le otorgue un mísero porcentaje de actualidad a la pregunta. Lo hacés de ingenuo. Es otra de sus preguntas en las que tenés que responder, al menos, de un modo tal para que no te despidan.
¿Te pasó alguna vez?