domingo, septiembre 10, 2006
Las vacacionestan esperadas... y tan temidas.
La posibilidad de perder el empleo o acumular mucho trabajo angustia a empleados y ejecutivos, que deciden postergar su descanso o bien disfrutar de su licencia lejos de la oficina, pero sin desconectarse del todo.
NUEVA YORK (The New York Times).- Hoy, el empleado norteamericano ve un fin de semana largo como una gran excursión, sacrifica días de vacaciones y, tendido en la playa, pasa el tiempo controlando su correo electrónico por si alguien de la oficina le envía un mensaje. Las vacaciones agonizan. No obstante, según encuestas publicadas en 2005, la angustia que las rodea va en aumento. Los oficinistas temen las escapadas, como si tomar un merecido descanso los condenara a buscar luego un nuevo empleo o, al regresar, enfrentar tal cúmulo de trabajo que nunca más podrán salir de su cubículo. "¿Con qué frecuencia debería comunicarme con mi oficina?", se preguntan muchos, angustiados por la separación. Aun los altos ejecutivos de grandes empresas no siempre aprovechan sus largas vacaciones: creen que tienen demasiado que perder. ¿Y si finalmente hacen su escapada? "El viaje en nada se parece al que imaginamos -dice Randi Friedman, una publicista de Manhattan-. Nada resulta bueno porque nuestras expectativas son demasiado altas." La angustia es, quizás, inevitable. Comienza mucho antes de reservar los pasajes y obedece a un sinnúmero de razones. "Hoy son muchos más los que temen perder su empleo", advierte Ellen Galinsky, presidenta del Families and Work Institute (FWI), un centro de investigación sin fines de lucro. Según sus encuestas, en 1977 el 45 por ciento de la gente se sentía segura en su trabajo, contra un 36% en estos últimos años. Cuando las grandes empresas eran más leales a su personal, la situación era diferente. "Desde que dejaron de importarles la calidad y antigüedad de los despedidos, todos estamos sobre ascuas. Por eso me fui de una gran compañía", comenta Ellen Kapit, ahora agente inmobiliaria en Manhattan.
Pero no son los patrones crueles ni las despiadadas políticas empresariales los que impiden disfrutar de las vacaciones o, peor aún, tomarlas. "La mayoría de la gente no interrumpe su trabajo porque no quiere", opina Galinsky. La ambición, el temor al despido, el creerse indispensable y el sentimiento de culpa por las escapadas ayudan a explicar por qué el trabajador no utiliza su licencia anual completa y por qué prefiere tomarse menos de 2 semanas de descanso, aunque haya acumulado más días. Esto resulta sorprendente en Estados Unidos, donde el trabajador con horario completo dispone de 3,9 semanas anuales (vacaciones y feriados). Un estudio del FWI publicado en 2005 señalaba que los asalariados tenían, en promedio, 16,6 días de vacaciones pagas, pero el 36% de ellos no pensaba aprovecharlos en su totalidad, y apenas el 14% tomaba períodos de 2 o más semanas. Comparemos esto con algunos países europeos: Gran Bretaña, 6,6 semanas; Francia, 7; Italia, 7,9 (OCDE, 2004).
La reducción del personal, la volubilidad del mercado laboral y la transición de Estados Unidos de una economía industrial a otra basada en los servicios y el conocimiento crearon una modalidad de trabajo que Galinsky describe como "de tiro rápido". El remitente de un correo electrónico espera una respuesta inmediata, a cualquier hora y esté o no de vacaciones el destinatario. "Se ha flexibilizado el límite entre el trabajo y el hogar -explica-. Ordenamos nuestra vida privada del mismo modo en que programamos la laboral." Tal vez eso no sea bueno. El estudio del FWI reveló que los empleados recargados de trabajo son más proclives a cometer errores, enojarse con sus patrones, irritarse con los compañeros, son propensos a tener altos niveles de estrés y experimentar síntomas de depresión clínica. Aun así, continúan trabajando en sus vacaciones para no verse abrumados a su regreso. "Eso no les da la oportunidad de reponer fuerzas", dice Jennifer Sullivan, que supervisa un estudio de CareerBuilder.com sobre la licencia anual. La escapada en sí no garantiza un relajamiento. Según el FWI, la mitad de los norteamericanos necesita 2 días para distenderse y la otra mitad, todavía más. Por último, está la cuestión de las expectativas exageradas. "El empleado actual se presiona para hacer el gran viaje de su vida y realizar en él toda clase de actividades", observa Sullivan. "La vida es demasiado corta -concluye Friedman- me doy cuenta de que trabajo tanto justamente para tomarme esas vacaciones".
Ellen Rosen
NUEVA YORK (The New York Times).- Hoy, el empleado norteamericano ve un fin de semana largo como una gran excursión, sacrifica días de vacaciones y, tendido en la playa, pasa el tiempo controlando su correo electrónico por si alguien de la oficina le envía un mensaje. Las vacaciones agonizan. No obstante, según encuestas publicadas en 2005, la angustia que las rodea va en aumento. Los oficinistas temen las escapadas, como si tomar un merecido descanso los condenara a buscar luego un nuevo empleo o, al regresar, enfrentar tal cúmulo de trabajo que nunca más podrán salir de su cubículo. "¿Con qué frecuencia debería comunicarme con mi oficina?", se preguntan muchos, angustiados por la separación. Aun los altos ejecutivos de grandes empresas no siempre aprovechan sus largas vacaciones: creen que tienen demasiado que perder. ¿Y si finalmente hacen su escapada? "El viaje en nada se parece al que imaginamos -dice Randi Friedman, una publicista de Manhattan-. Nada resulta bueno porque nuestras expectativas son demasiado altas." La angustia es, quizás, inevitable. Comienza mucho antes de reservar los pasajes y obedece a un sinnúmero de razones. "Hoy son muchos más los que temen perder su empleo", advierte Ellen Galinsky, presidenta del Families and Work Institute (FWI), un centro de investigación sin fines de lucro. Según sus encuestas, en 1977 el 45 por ciento de la gente se sentía segura en su trabajo, contra un 36% en estos últimos años. Cuando las grandes empresas eran más leales a su personal, la situación era diferente. "Desde que dejaron de importarles la calidad y antigüedad de los despedidos, todos estamos sobre ascuas. Por eso me fui de una gran compañía", comenta Ellen Kapit, ahora agente inmobiliaria en Manhattan.
Pero no son los patrones crueles ni las despiadadas políticas empresariales los que impiden disfrutar de las vacaciones o, peor aún, tomarlas. "La mayoría de la gente no interrumpe su trabajo porque no quiere", opina Galinsky. La ambición, el temor al despido, el creerse indispensable y el sentimiento de culpa por las escapadas ayudan a explicar por qué el trabajador no utiliza su licencia anual completa y por qué prefiere tomarse menos de 2 semanas de descanso, aunque haya acumulado más días. Esto resulta sorprendente en Estados Unidos, donde el trabajador con horario completo dispone de 3,9 semanas anuales (vacaciones y feriados). Un estudio del FWI publicado en 2005 señalaba que los asalariados tenían, en promedio, 16,6 días de vacaciones pagas, pero el 36% de ellos no pensaba aprovecharlos en su totalidad, y apenas el 14% tomaba períodos de 2 o más semanas. Comparemos esto con algunos países europeos: Gran Bretaña, 6,6 semanas; Francia, 7; Italia, 7,9 (OCDE, 2004).
La reducción del personal, la volubilidad del mercado laboral y la transición de Estados Unidos de una economía industrial a otra basada en los servicios y el conocimiento crearon una modalidad de trabajo que Galinsky describe como "de tiro rápido". El remitente de un correo electrónico espera una respuesta inmediata, a cualquier hora y esté o no de vacaciones el destinatario. "Se ha flexibilizado el límite entre el trabajo y el hogar -explica-. Ordenamos nuestra vida privada del mismo modo en que programamos la laboral." Tal vez eso no sea bueno. El estudio del FWI reveló que los empleados recargados de trabajo son más proclives a cometer errores, enojarse con sus patrones, irritarse con los compañeros, son propensos a tener altos niveles de estrés y experimentar síntomas de depresión clínica. Aun así, continúan trabajando en sus vacaciones para no verse abrumados a su regreso. "Eso no les da la oportunidad de reponer fuerzas", dice Jennifer Sullivan, que supervisa un estudio de CareerBuilder.com sobre la licencia anual. La escapada en sí no garantiza un relajamiento. Según el FWI, la mitad de los norteamericanos necesita 2 días para distenderse y la otra mitad, todavía más. Por último, está la cuestión de las expectativas exageradas. "El empleado actual se presiona para hacer el gran viaje de su vida y realizar en él toda clase de actividades", observa Sullivan. "La vida es demasiado corta -concluye Friedman- me doy cuenta de que trabajo tanto justamente para tomarme esas vacaciones".
Ellen Rosen
Traducción Zoraida J. Valcárcel
Link nota original Diario La Nación 10-Sep-2006: