viernes, octubre 10, 2008

Selva y circo

-Me comí tres cabezas de ajo. Esperáte la expresión del domador cuando meta su cabeza en mi boca.


Que el mundillo de las empresas se asemeja a una selva, no es una frase nueva, ni mucho menos creativa, pero que no deja de tener vigencia. Entiendo que ese mundo bien se ganó el sinónimo de selva, toda vez que podemos reconocer luchas feroces por la supervivencia. Sin embargo, no siempre el latiguillo resulta aplicable. Todos sabemos que un león y un venado no podrían compartir el mismo espejo de agua para beber agua. En tal caso, el venado irá primero y saldrá disparado después de que el leon se haya lanzado como salvaje para saborear su carne. Esa imagen sí es viable verla en una empresa. Lo que no es común es ver un comportamiento similar al que los dos animales tendrían, si de la selva quedara tan solo un pequeño lago. Ambos sedientos, cederían ante sus instintos. Eso que Marlow llamó la pirámide de las necesidades o algo así. El venado y el león beberán compartiendo el poco agua que queda, en vez de gastarse las energías en perseguirse y escapar. Ya saben qué pasaría en una empresa en liquidación, en vez de cuidarse los últimos trabajadores pudiendo "beber" todos de lo último del espejo de agua. Tranquilos, que no los estoy atacando diciendo que un león tiene mayor capacidad que nosotros. De hecho, ellos no razonan, y se mueven por sus instintos para quedar extintos. Nosotros por suerte (o por desgracia) razonamos. No siempre de la mejor manera, pero razonamos.

Mientras pensaba cómo encarar esta columna, porque sigo con la idea de equiparar una oficina a una selva, se me ocurrió que mejor, una empresa es como un circo. Ya tendré oportunidad de volver sobre la selva. En cualquier momento un cocodrillo se come un bambi que bajó por agua y me regalan la imagen perfecta.

Decía lo del circo y vi a un presidente que se paseaba por los pasillos como el tigre de bengala de mayor atracción en el Circo de Moscú. Sus pelos al viento, peinado una y otra vez para acomodar la cabellera y transformarse en caballero a partir de unos trajes italianos de finas telas y muchos ceros en el precio. Cuando caminaba, todos lo miraban. Algunos lo admiraban, querían (quieren) ser como él. Ya pocos lo recuerdan, ya que el jefe de los dueños de circo lo pasó a otra compañía.

Me han dicho que una forma de crear personajes para el teatro, o mejor dicho que una de la técnicas para representar a los personajes es pensarlo como animales. Si pudiéramos pensar a nuestros compañeros como animales, de seguro que habrá algún mono inquieto, juguetón, quejoso, que se aferre a su jaula y grite que quiere cambiar, que quiere salir. Luego le dan la oportunidad, pero ya está el refrán, aunque se vista de seda...

Hay más. Están los pájaros (si también hay de los parónimos). Son esos trabajadores que se sienten que pueden volar, sentir que se despliegan sus alas, que el viento los acaricia. Soñadores que revientan con las rejas de las jaulas. Se los alimenta de alpiste, cobran poco y redituan bastante cuando muestran su show.

¿Más? Sí. Estás los elefantes, mansas bestias domesticadas desde pequeñas. Son esos personales a los que habría que pegarles la etiqueta "propiedad de la compañía" en el conteo de los Bienos de Uso (Activos Fijos para el resto del mundo contable de habla hispana). Sus años de servicio son tantos como engordaron los kilos del elefante. Fueron contratados de muy jóvenes y ya no les duele nada. Pasaron por todas, como el probe elefantito que lo ataron a un pequeño árbol con una soga. Tiró y tiró para ecaparse, está en la escencia de los seres la libertad. Lo mismo peleó el jóven empleado, por todas las injusticias laborales. El elefante vino grande y gordo, pero siguió atado con la misma cuerda. Ya sabía que no podía escapar. El empleado elefante es igual, ya no se queja, ya no pelea, sólo sigue aguantando atado con su soga de tantos años. Un pequeño tirón y la cortaría, pero ya sabe que no puede hacerlo.

Hay muchos más animales. Pero creo que el punto ya está explicado.

El problema del circo, también, son los cuidadores. Supervisores del esfuerzo ajeno. Irresponsables sicópatas que se olvidan (eso porque soy bueno, porque debiera escribir que directamente no les interesa) de lo básico: agua, comida y limpieza de la jaula. Yo puedo entender que sean cortos y les falte capacidad para tener a todos los animales contentos. Además, para eso tendrían que darse cuenta que no todas las atracciones del circo son iguales. Eso sólo lo hacen cuando traen un caballo nuevo. Le lavan los dientes, le peinan las crines, le dan agua filtrada, le prometen la mejor alfalfa. Entonces el córsel acepta, ingresa a las filas del circo. No pasa mucho tiempo, y el equino sufre las mismas miserias que el resto. Es que los cuidadores no prestan la debida (¿digna?) atención a sus animales. No logran darse cuenta de que somos lo que mantiene el circo girando. Hasta aceptan que un león se coma un ajo antes del truco de meter la cabeza en las fauces del felino.

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